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10 platos mediterráneos tradicionales que debes probar al menos una vez

Si algo tiene la cocina mediterránea es que te abraza. No importa si estás en una terraza con vistas al mar, en un pueblo del interior con olor a leña, o en una cocina de las de antes, con cucharón de madera y puchero al fuego: los sabores de aquí te llegan al alma.  

En Qué comemos hoy, que somos de cuchara, de guiso lento y de mojar pan, lo tenemos claro: los platos típicos mediterráneos son una joya que hay que saborear con calma, al menos una vez en la vida. 

Y si puedes repetir, mejor todavía. Porque cuando la comida está hecha con cariño, cada bocado cuenta como un recuerdo más. 

1. Paella valenciana 

Si hablamos de comida mediterránea tradicional, la paella valenciana merece el primer aplauso. Es uno de esos platos que definen toda una cultura, no solo por sus ingredientes, sino por lo que representa: familia, domingo, leña y mesa larga. 

Y ojo, hablamos de la auténtica. Nada de chorizo, ni guisantes, ni marisco. La de verdad lleva pollo, conejo, garrofó (esa legumbre tan nuestra), tomate, judía verde, aceite de oliva, pimentón y azafrán.  

Y luego está el fuego, que no es solo fuego: es leña, paciencia y ese arte que se hereda. 
¿El toque final? El socarrat. Esa capita dorada y crujiente del fondo que hace que media familia se pelee por el último cucharón. 

Una paella bien hecha no es solo un plato: es un homenaje al alma de la cocina mediterránea. 

2. Gazpacho andaluz 

Pocas cosas representan mejor el verano que un buen gazpacho andaluz. Fresco, ligero y lleno de sabor, este plato es un imprescindible entre las recetas mediterráneas clásicas. Y no hace falta complicarse: tomate bien maduro, pepino, pimiento verde, ajo, un chorrito de buen aceite de oliva virgen extra, vinagre y sal. Todo bien triturado y servido bien frío. 

Dicen que se inventó para refrescar a los jornaleros andaluces en pleno campo, y tiene sentido: es hidratante, nutritivo y entra como un abrazo en los días de calor. Y si eres de los nuestros, seguro que no puedes evitar acompañarlo con un poco de pan para mojar o incluso unos tropezones por encima. 

El gazpacho no solo es una sopa fría: es puro Mediterráneo servido en vaso o en plato, como tú prefieras. 

3. Pulpo a la gallega (sí, aunque venga del Atlántico, lo sentimos como nuestro) 

Vale, lo sabemos: el pulpo a la gallega es gallego. Pero es que lo hemos adoptado con tanto gusto en nuestras mesas que ya forma parte del alma de muchos bares mediterráneos. Entre los platos típicos mediterráneos que se disfrutan en buena compañía, este no puede faltar. 

La receta es simple, pero tiene su arte: pulpo cocido en su punto justo, patatas cocidas, pimentón (dulce, picante o mezcla, según el gusto), sal gruesa y un buen chorro de aceite de oliva virgen extra que lo envuelve todo y le da ese brillo irresistible. 

Servido en plato de madera, con un poco de pan y una bebida bien fría, este plato tiene ese poder mágico de transportarte directo a una taberna marinera, con olor a salitre y risas de fondo. 

No es solo un plato: es una experiencia con sabor a costa y tradición. 

4. Escalivada catalana 

La escalivada es una de esas joyas de la comida mediterránea tradicional que demuestran que, muchas veces, lo más sencillo es lo más sabroso. Con solo unas cuantas verduras bien escogidas —berenjena, pimiento rojo, cebolla y, si quieres, un toque de tomate—, se consigue un plato lleno de sabor, color y olor a hogar. 

La clave está en el asado: al horno o, si se puede, a la brasa, para que las verduras se impregnen de ese aroma ahumado tan característico. Luego se pelan con mimo, se cortan en tiras y se aliñan con aceite de oliva virgen extra. No hace falta más. 

Acompañada de un pan crujiente o encima de una tostada, la escalivada no solo entra por los ojos: te reconcilia con la cocina de toda la vida, la de fuego lento y mesa compartida. 

5. Ensalada murciana (o “mojete”) 

Pocas cosas tan sencillas y tan sabrosas como una buena ensalada murciana, también conocida como mojete. Es un plato humilde, sí, pero con una personalidad que no se olvida. Tomate en conserva (del bueno, de ese que se hace en casa), atún, huevo duro, cebolla dulce, aceitunas negras… y un aliño con aceite de oliva virgen extra que pide pan a gritos. 

Este plato, típico del sureste español, es uno de esos platos típicos mediterráneos que no necesita presentación. Se sirve fresquito, ideal para los meses de calor, pero se disfruta todo el año. Tiene ese punto de sabor intenso y casero que engancha. Si no lo has probado, ya vas tarde. 

6. Fideuà 

Si la paella tuviera una hermana con alma marinera, sería la fideuà. Nació en Gandía y se ha ganado un hueco de honor entre los platos típicos mediterráneos más queridos. En vez de arroz, lleva fideos finos, pero el espíritu es el mismo: buen caldo, fuego lento y marisco del bueno. 

Se cocina con sepia, calamares, pescado, algún que otro bicho con patas y un fondo de sofrito que huele a gloria. El truco está en el caldo: cuanto más sabroso, más rica queda la fideuà. Y por supuesto, se sirve con una buena cucharada de alioli por encima o al lado, según el gusto del comensal. 

Es uno de esos platos que invitan a repetir. Comerlo al borde del mar ya es el plan completo. 

7. Samfaina 

La samfaina es la versión catalana del pisto, pero con ese toque propio que la hace única. Es uno de esos ejemplos perfectos de comida mediterránea tradicional: sencilla, de temporada, cocinada sin prisas y llena de sabor.  

Lleva berenjena, calabacín, pimiento, cebolla, tomate… todo cortado con paciencia y cocinado a fuego lento hasta que los sabores se abrazan. 

Se puede tomar sola, con un huevo frito por encima (muy recomendable), o como guarnición de carnes y pescados. Huele a casa, a domingo, a receta de abuela. 

La samfaina es el tipo de plato que te hace valorar lo básico, lo honesto, lo que se cocina con tiempo y sin artificios. De esos que no pasan de moda. 

8. Calamares a la romana 

Crujientes por fuera, tiernos por dentro y con ese sabor que te transporta directamente a la playa o al bar de toda la vida. Los calamares a la romana son uno de esos platos típicos mediterráneos que siempre apetece, da igual la hora.  

Se preparan con anillas de calamar rebozadas y fritas en aceite bien caliente hasta que quedan doradas y ligeras como una nube. 

Un poco de limón exprimido por encima y… listo. Se sirven como tapa, como entrante o directamente como comida principal si el hambre aprieta. Y si hay pan al lado, se agradece. Porque ese aceite que queda en el plato también tiene su encanto. 

9. Albóndigas en salsa 

Si hay un plato que sabe a infancia, a casa y a domingo, son las albóndigas en salsa. Un clásico de la comida mediterránea tradicional que ha pasado de generación en generación.  

Se preparan con carne picada, ajo, perejil y un buen sofrito casero con cebolla, tomate, vino y tiempo. Porque sí, el chup-chup es sagrado. 

El resultado es un guiso de esos que reconcilian con el mundo. Caliente, jugoso y perfecto para mojar pan sin vergüenza. Algunas llevan guisantes, otras almendras, otras huevo duro… cada casa tiene su versión, y todas son válidas. 

Este plato demuestra que lo sencillo, cuando se hace con cariño, es insuperable. 

10. Cuscús con verduras y cordero 

Desde el otro lado del mar Mediterráneo nos llega este manjar que ya sentimos como parte de nuestra cocina diaria. El cuscús con verduras y cordero es una de esas recetas mediterráneas clásicas que traspasan fronteras y se ganan un sitio en cualquier mesa. 

La sémola de trigo se cocina al vapor y se acompaña con un guiso especiado de cordero, garbanzos y verduras como zanahoria, calabacín, calabaza o pimiento. El toque de comino, canela o cúrcuma le da un aroma envolvente que lo hace inconfundible. 

Es un plato que habla de mezcla, de historia compartida y de sabores que cruzan culturas. Otro ejemplo brillante de comida mediterránea tradicional que alimenta cuerpo y alma a partes iguales. 

Y ahora dínos… ¿a qué sabe para ti el Mediterráneo? 

Porque al final, la cocina mediterránea no va solo de ingredientes, ni de recetas. Va de momentos. De sentarse a la mesa con gente que quieres, de mojar pan sin prisa, de repetir aunque digas que ya no puedes más. Va de lo que se cocina con tiempo y con intención. 

Estos platos no son una moda ni una tendencia: son historia viva, son raíces, son cultura. Algunos huelen a leña, otros a mar, otros a domingo en casa.  

Pero todos, sin excepción, te dejan con esa sensación tan difícil de explicar y tan fácil de reconocer: que estás justo donde tienes que estar. 

Y en Qué comemos hoy, nos encanta ser parte de eso. Así que ya sabes: si un día te apetece un plato de los que saben a verdad, aquí te esperamos. Con el fuego encendido y la mesa puesta. 

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